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Cada año, solo en Europa, se registran aproximadamente 40.000 intoxicaciones alimentarias, de las cuales unas 3.300 terminan en hospitalizaciones, más de 400 en invalidez y unas 20 en fallecimiento. En torno al 67% de estas intoxicaciones son causadas por alimentos contaminados por gérmenes patógenos que se reproducen y generan toxinas en alimentos frescos o poco procesados. Además, alrededor de un 21% es causado por fallos en la distribución o el almacenamiento, un 8% por fallos durante la producción industrial y un 4% por sabotajes en el control y la cadena de producción.
El riesgo de intoxicación alimentaria amenaza al sector de manera constante y, en particular, al sector restauración y hostelería. En España, casos como el recientemente acontecido en Casa Dani, u otros algo más antiguos, pero también con gran repercusión pública, como los que se produjeron en la empresa sevillana Magrudis o el bar Grimaldi en Cádiz, por citar solo algunos ejemplos, copan titulares en los medios, incendian las redes sociales, generan inmediatas respuestas públicas de las organizaciones de defensa del consumidor y demandas -colectivas o individuales- por parte de los consumidores afectados.
El riesgo de intoxicación alimentaria amenaza al sector de manera constante y, en particular, al sector restauración y hostelería
Cuando se manifiesta un caso de intoxicación se requiere de un esfuerzo importante a la hora de identificar su origen, estimar cuál podría ser el número de afectados, determinar un potencial impacto y, finalmente, establecer procesos de mitigación adecuados con un coste razonable.
Es importante tener en cuenta que nos encontramos ante un problema que puede afectar a toda la cadena productiva (fabricante, distribuidor, comercializador, repartidor...) pero que, sobre todo, puede poner en riesgo la salud de las personas. Y el código penal establece sanciones que pueden llegar a penas de prisión para los delitos graves, incluyendo diferentes supuestos, entro otros, homicidio por imprudencia profesional, delito contra la salud pública o lesiones imprudentes. Cabe destacar en este punto que son muchas las personas que dentro de una organización pueden verse implicadas: administradores de hecho, representantes legales, coordinador de seguridad y salud...
A todo esto, se suma un hecho crucial para la futura viabilidad del negocio afectado: el enorme daño reputacional. Pero no todo son malas noticias, puesto que se pueden atenuar los perjuicios provocados por una crisis reputacional. Para ello hay que afrontar la crisis analizando el alcance del problema, las consecuencias que ha causado, revisar los protocolos que se han seguido y mitigar su impacto mediante una buena comunicación -interna y externa- que ofrezca transparencia y confianza, tanto a la propia organización, como a los clientes, los consumidores y la opinión pública.
Para alcanzar la fase de mitigación con ciertas garantías de éxito, desde el punto de vista preventivo, es crítico disponer de un plan de continuidad de negocio. Esto permitirá tener estudiada previamente la cadena de proveedores y buscar de forma fácil y organizada otros alternativos, siendo además la disciplina de la gestión de la crisis un apartado esencial que se incluye en el propio plan de continuidad de negocio.
Para completar la ecuación, es necesario un buen programa de seguros, con un alcance de cobertura amplío que cubra todas las responsabilidades mediante garantías y límites diseñados a medida para el asegurado.
Para alcanzar la fase de mitigación con ciertas garantías de éxito, desde el punto de vista preventivo, es crítico disponer de un plan de continuidad de negocio.
Nuestro reciente informe Global Food and Beverage Survey Report, elaborado sobre la base de una encuesta realizada a un colectivo de 250 altos ejecutivos de las principales compañías del sector a escala mundial, da claves importantes para comprender cómo la industria Food & Beverage está gestionando los riesgos globales y qué oportunidades se avecinan. El riesgo reputacional, que implica la pérdida potencial de capital financiero, capital social o cuota de mercado al que se exponen las empresas cuando su prestigio o imagen corporativa se ven perjudicados, es una de las amenazas más importantes para los gerentes de riesgos del sector de Alimentación y Bebidas. Pero no la única.
Según los datos de nuestro equipo especializado en seguridad alimentaria, existen cinco grandes consecuencias derivadas de distribuir o vender un producto defectuoso: incremento en los costes de rectificación de errores, nuevos protocolos y plan de contingencias -en el 78% de los casos estudiados-; sanciones administrativas -impactando el 63% de las veces-; caída en las ventas -registrada en el 26% de los incidentes-; afectación a la imagen de marca -detectada en el 18% de las empresas-; y demandas judiciales, penales o civiles -cursadas en el 16% de los eventos analizados-.
A las soluciones clásicas del seguro frente al riesgo convencional, como un producto en mal estado o la manipulación indebida, se le suma así un amplio escenario de riesgos que debe tenerse en cuenta: riesgo reputacional, incremento de la cultura de la reclamación y posibles fraudes, criterios ESG -cómo deben adaptarse los códigos de conducta y buenas prácticas corporativas y de sostenibilidad ante un escenario emergente de reclamaciones-, demandas penales contra la empresa, etc. Estos son solo algunos de muchos posibles casos.
Esta problemática ha de ser afrontada con un enfoque global, desde la prevención y gerencia de riesgo inicial apoyado en la consultoría -riesgo reputacional, gestión de crisis, planes de comunicación interna y externa, planes de continuidad de negocio, cadena de proveedores- hasta la transferencia del riesgo al sector asegurador - responsabilidad civil por intoxicación alimenticia, Tampering, protección jurídica…- contando con el apoyo de un departamento propio de ingeniería y un departamento de siniestros con profesionales especializados en el sector que conozcan a la perfección su idiosincrasia y peculiaridades.
Desde el punto de vista de la gestión del siniestro, y dejando aparte el knowledge que la experiencia del departamento que los tramita puede ofrecer para prever los problemas a los que se va a enfrentar el asegurado, es importante enfocar estos incidentes no sólo entendiendo al asegurado como causante, sino también como perjudicado cuando el origen viene de fuera de su proceso y éste puede reclamar determinados perjuicios como la pérdida de beneficios. Aquí es esencial la correcta elección del gabinete pericial, la adecuada activación de garantías de reclamación de daños, y la especializada asesoría legal para manejar casos en los que es fácil asumir responsabilidades de forma tácita, frente a los clientes de los asegurados en lugar de encauzarla hábilmente al último responsable.
Tengamos presente que el sector de la alimentación es dinámico, puesto que el mercado así lo exige. La innovación, tanto en los productos como en los alimentos, su elaboración, logística, etc. es constante, por lo que un plan de contingencias no puede ser estático. Debe revisarse de forma periódica y continua en el tiempo. Y ha de hacerse con la metodología adecuada y un equipo de profesionales expertos para ayudar a cada empresa en esta tarea.
Este equipo ha de tener el firme compromiso de acompañar a sus clientes desde la fase inicial de consultoría y elaboración de planes de continuidad, continuando después por la intervención de los equipos técnicos de ingeniería y suscripción para la obtención de las mejores soluciones aseguradoras y llegado el momento, la intervención de los especialistas de siniestros que podrán defender los intereses del asegurado amparados por las mejoras coberturas de seguro.